Atardecer con caipiriñas en el Pan de Azúcar
Hay lugares que te marcan ya sea por el momento vital en el que los visitas o porque son sitios que te seducen de tal manera que quieres volver siempre que puedes. Esto último es lo que me pasa a mí con Río de Janeiro , en mi opinión una de las ciudades más increíbles de Suramérica.
Si me tuviera que quedar con un lugar de la cidade maravilhosa sin duda lo tengo difícil pues es una urbe increíble. Pero si tengo que mojarme, como se dice coloquialmente, debo confesar que viví un momento de relax indescriptible en el Pan de Azúcar, montaña que visité a última hora del día cuando el sol se esconde poco a poco tras la montaña del Corcovado justo antes del encendido de las luces de la bahía.
Hay varias versiones respecto al origen de su nombre. Algunos historiadores afirman que este topónimo se originó en los siglos XVI y XVII durante el apogeo del cultivo de la caña de azúcar en Brasil, ya que esta montaña tiene la misma forma que el recipiente donde se almacenaban los bloques de azúcar que posteriormente se llevaban a Europa. Por otra parte, hay quien cree que el nombre proviene de la lengua tupí, que hablaban los primitivos habitantes de la Bahía de Guanabara, y que significa morro alto y puntiagudo.
La mejor manera para acceder al Pan de Azúcar es con el teleférico. El ya centenario bondinho como lo llaman los cariocas, parte desde Praia Vermelha, en el barrio de Urca. La ascensiónal Pan de Azúcar con el teleférico, cuyo precio es de 62 reales (unos 19 euros aproximadamente) se hace en dos etapas. Primero realiza una parada en el Morro de Urca, una pequeña montaña de poco más de 200 metros desde la cual se tiene unas vistas privilegiadas de la bahía y de sus playas. Al Morro de Urca también se puede acceder caminando por lo que si tenéis ganas de hacer ejercicio es una buena opción ya que se tarda aproximadamente 90 minutos en realizar este trayecto a pie.
El siguiente tramo de teleférico va desde el Morro de Urca al famoso Pan de Azúcar, montaña situada a la entrada de la Bahía de Guanabara, y que ha sido y es un punto de referencia para los marinos que navegan por la costa brasileña y para los pilotos que aterrizan o despegan en el cercano aeropuerto de Santos Dumont. Este morro de más de 600 millones de años tiene una altura de 396 metros y sus paredes rocosas son objetos de deseo de escaladores avezados.
Una vez en la cima del Pan de Azúcar se puede dar un paseo por los diferentes miradores, tomar un refresco en algunos de los bares que allí se encuentran y relajarse en una tumbona mientras se contempla unas de las fachadas marítimas más bellas del mundo. Por este motivo os aconsejo subir a ella justo antes del atardecer ya que el color rojizo de la montaña va cediendo su protagonismo a las luces de los edificios que salpican las playas de Botafogo y Flamengo. Sinceramente, una imagen que no vais a olvidar en mucho tiempo.
Texto: Mª Jesús Tomé
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