En los márgenes oscuros del sistema solar, donde la luz del Sol apenas susurra y el tiempo se estira en ciclos de decenas de miles de años, ha surgido un nuevo protagonista. Bautizado como 2017 OF201, este cuerpo celeste de alrededor de 700 kilómetros de diámetro transita una órbita tan excéntrica como esquiva.
Se trata de un posible planeta enano, hallado tras una meticulosa revisión de imágenes captadas entre 2010 y 2017 por los telescopios Blanco (Chile) y Canadá-Francia-Hawái (EE.UU.). Su recorrido, más una elipse alargada que un círculo regular, lo lleva a alejarse hasta 1.600 veces la distancia entre la Tierra y el Sol, un periplo que tarda cerca de 25.000 años en completarse.
El hallazgo, presentado en arXiv el pasado 21 de mayo, aún espera revisión por pares, pero ya ha sido reconocido oficialmente por el Minor Planet Center de la Unión Astronómica Internacional.
Los astrónomos estiman que su último paso cercano al Sol ocurrió en 1930, curiosamente el mismo año en que se descubrió a Plutón. Desde entonces, 2017 OF201 ha seguido alejándose en una danza solitaria hacia los confines del sistema solar, desafiando tanto a la lógica como a los modelos actuales de dinámica planetaria.
¿El hipotético Planeta Nueve?
El carácter extremo de su órbita ha despertado un renovado interés en el debate sobre el Planeta Nueve, ese hipotético gigante oculto que muchos creen que aún se esconde más allá de Neptuno.
Y es que, aunque 2017 OF201 no sigue el patrón de alineación orbital que ciertos objetos transneptunianos presentan (y que ha sido utilizado para justificar la existencia de ese planeta), su mera presencia sugiere que el mapa que tenemos de nuestro propio sistema solar está aún lleno de lagunas y sorpresas.
Lo que hace aún más intrigante a este nuevo cuerpo es que apenas pasa el 1% de su tiempo orbital lo suficientemente cerca como para ser visible con la tecnología actual. Si hemos logrado detectarlo bajo tales circunstancias, los investigadores se preguntan cuántos más podrían estar allí fuera, moviéndose lentamente por rutas invisibles, escapando incluso a los telescopios más poderosos.

El astrofísico Sihao Cheng, miembro del Instituto de Estudios Avanzados en Princeton, lo sugiere con claridad: "Podría haber decenas, quizá cientos de objetos similares, simplemente demasiado lejanos para ser vistos ahora".
La comunidad científica lleva décadas persiguiendo un misterio que ya ha adoptado múltiples nombres: Planeta X, Planeta Nueve o simplemente “ese algo” que perturba las órbitas en el cinturón de Kuiper. En 2016, los astrónomos Konstantin Batygin y Mike Brown del Instituto de Tecnología de California propusieron, a partir de análisis gravitacionales, la existencia de un planeta aún no observado, con una masa entre cinco y diez veces la de la Tierra y una órbita extremadamente alargada, capaz de alterar el movimiento de objetos como Sedna, 2012 VP113 y otros TNOs.

Pero 2017 OF201 parece desafiar incluso esa hipótesis. Si el Planeta Nueve estuviera realmente allí, sus fuerzas gravitacionales habrían expulsado ya a este nuevo objeto del sistema solar, escriben los autores del estudio. Este punto de fricción podría indicar una complejidad aún mayor en la dinámica de los confines solares, en la que además de Neptuno, el propio tirón de la Vía Láctea podría haber jugado un papel en moldear la trayectoria de este errante glacial.
Más allá del hallazgo
El descubrimiento también pone en tela de juicio la idea de un cinturón de Kuiper relativamente vacío más allá de ciertas distancias. Si el cosmos lejano está más poblado de lo que creíamos, entonces muchos de nuestros supuestos sobre la evolución temprana del sistema solar necesitan ser replanteados.
Cheng y su equipo utilizaron sofisticadas herramientas computacionales para rastrear la firma orbital de este objeto y desentrañar los pasos que lo llevaron a su posición actual: "Podría haber sido arrojado primero hacia la nube de Oort y luego retornado por alguna interacción cósmica aún desconocida."
El eco de 2017 OF201 resuena con un matiz histórico: nos recuerda que, igual que con Plutón hace casi un siglo, los grandes descubrimientos no siempre ocurren de golpe, sino que se gestan en el análisis meticuloso, en la mirada paciente y en la voluntad de cuestionar lo establecido.
Porque en la vastedad del cosmos, el conocimiento no siempre avanza en línea recta. A veces, como 2017 OF201, lo hace en curvas lentas, casi imperceptibles, orbitando nuestras certezas hasta transformarlas.
via Sergio Parra https://ift.tt/sCKRimd
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