«Este libro cuenta una historia que, como tal nunca, más se repetirá, aunque solo sea porque desde 1990 el país en que residí durante treinta y cinco años ya no existe», dice Angela Merkel al inicio del prólogo de su libro autobiográfico Libertad. Y aunque durante mucho tiempo no podía ni imaginarse que iba a escribirlo, la noche del 4 al 5 de septiembre de 2015, cuando hacía ya diez años que era canciller de Alemania, la semilla de la autobiografía empezó a germinar en su mente.
Fue la noche en que decidió no prohibir el paso a los refugiados que llegaban desde Hungría a la frontera germano-austríaca, lo que marcó un punto y aparte en su etapa como canciller y la llevó a pensar que algún día, cuando ya no ocupara este cargo, contaría los motivos de esa decisión y otras muchas, en colaboración con su asesora desde 1992, Beate Baumann.
Libertad es un relato, según sus propias palabras, completamente subjetivo, en el que ha procurado realizar una reflexión sincera sobre sus actos a través de un recorrido cronológico que empieza el día de su nacimiento, el 17 de julio de 1954, y termina el 8 de diciembre de 2021, día en que cesó como canciller federal de Alemania.
Aquel 1954, relata Merkel, los padres de Merkel y la recién nacida Ángela abandonaron Hamburgo para instalarse en Quitzow, en plena RDA, donde su padre empezó a ejercer como párroco. Merkel recuerda una infancia feliz, marcada por el nacimiento de sus hermanos, o los paquetes que su familia les enviaba desde Hamburgo, que según ella «olían a Occidente», refiriéndose a la fina fragancia de un buen jabón o al aroma del café.
Cuando apenas tenía siete años, concretamente el 13 de agosto de 1961, en el centro de Berlín se empezó a levantar el nefasto muro que dividiría en dos la ciudad y a todo el país, separando familias durante casi tres décadas. En 1973 empezó a estudiar ciencias físicas en Leipzig y en 1978 se casó con Ulrich Merkel. Ese año se diplomó en ciencias físicas con un sobresaliente.
Los recién casados se mudaron a Berlín, él ingresó en la Sección de Ciencias Físicas de la Universidad de Humboldt y ella en el Instituto de Química Física. Y la vida dio un vuelco: ¿cómo iba a soportar a largo plazo un ambiente tan rígido en el que regía la tríada del marxismo dialéctico, la economía política y el comunismo científico? Sintió que se ahogaba.
En 1982 se divorció, viajó por tierras socialistas y empezó a estar al corriente de lo que ocurría en el campo de la física a nivel internacional. «Los momentos culminantes de nuestro trabajo se producían cuando expertos internacionales se tomaban la molestia de visitarnos». A mediados de los ochenta conoció a Joachim Sauer, químico, aún hoy su marido.
Caída del Muro e inicio de su carrera política.
El mismo año que el muro cayó, en 1989, Merkel se afilió al nuevo partido Despertar Democrático, que acabó fusionado con la Unión Demócrata Cristiana (CDU) de Alemania. «Para nosotros lo importante era crear una economía de mercado orientada a lo social y a lo ecológico y conseguir cuanto antes la reunificación de Alemania».
El 2 de diciembre, el CDU, con Helmut Kohl al frente, ganó las primeras elecciones de la Alemania reunificada y en 1991 Merkel se erigió como diputada del Bundestag y ministra para Asuntos de la Mujer y la Juventud. ¿El objetivo? Mejorar la precaria situación de las familias de la ex RDA, que tanto sufrieron por conseguir ‘el sueño capitalista’.
En 1994, en un nuevo mandato, Merkel fue nombrada ministra de Medio Ambiente. La energía y el clima coparon su agenda. Tuvo que lidiar con el muy polémico traslado de residuos nucleares desde Francia hasta Alemania, tal como exigía un acuerdo firmado entre ambas naciones. Merkel confiaba en la energía nuclear incluso tras el accidente de Chernóbil.
Sin embargo tras el desastre de Fukushima de 2011, cambió de opinión, ya no se trataba de un accidente acaecido en un país con unas infraestructuras más que dudosas, sino en uno de los países más avanzados del mundo, por lo que anunció el ‘apagón nuclear’ en su país a medio plazo, algo que hoy quieren revertir desde su propio partido.
En 1995 Alemania presidió la Cumbre Climática de Berlín, en la que se logró un acuerdo de objetivos vinculantes de reducción GEI, tema prioritario para Merkel. En 2007 acogió la cumbre del G8, donde se estableció una nueva hoja de ruta para limitar el aumento de la temperatura media mundial a 2ºC con respecto a los niveles previos a la industrialización.
En otoño de 2021 lo habían ratificado 191 países de los 197 Estados firmantes. «Los objetivos nacionales de reducción que se presentaron no han alcanzado, hasta la fecha, el objetivo del umbral de 2ºC y mucho menos el de 1,5ºC», se lamenta.
Política de partido: aprender por las malas
En 1998 los socialistas ganaron las elecciones y su partido sufrió una grave crisis debido a un gran escándalo de financiación ilegal que salpicó de lleno al mismísimo Helmut Kohl y al tesorero del partido. Merkel se pronunció firmemente en favor de una renovación. «¿Por que la CDU?, ¿Para qué es necesaria?» escribiría Merkel en un artículo en el que se postulaba a candidata a la presidencia del partido.
Soñaba «con una CDU que logre conciliar mercado y humanidad, que avance en el desarrollo de los sistemas e seguridad social, que conceda libertar individua a los ciudadanos y que les procure un Estado fuerte allí donde lo necesite. Quiero una CDU que defienda una Alemania que, entre todos los demás, sea un país tolerante, que no se dé aires de grandeza, pero tampoco se quite méritos».
La reacción fue abrumadora y fue elegida con el 897 de los 935 votos. Años más tarde, en 2002, Merkel presentó su candidatura a canciller federal. «Mucha gente del partido me intentó convencer de que renunciara, a veces con cariño , a veces con el bastón de mando». La consideraban, afirma, una ‘presidenta sin importancia de Alemania Oriental incapaz para ese cargo’.
Esa vez desistió, pero lo lograría en 2005: el 22 de noviembre de ese año fue elegida como primera mujer canciller de la RFA. Sería reelegida en 2009, 2013 y 2017, años en los que le tocó lidiar con mandatarios de todos los colores. «Hablé con responsables de Estados que mantenían conflictos armados internos; para salvar la vida de ciudadanos alemanes me dirigí a políticos de países cuyas violaciones de los derechos humanos yo condenaba.
Se trata de lanzar compromisos, una palabra que el diccionario define como un “trato mediante concesiones recíprocas”». Se entendió bien con George W. Bush, no tanto con el ególatra Putin, del que cuenta suculentas anécdotas. Respecto a Trump, lamentó que ganara. «Trump lo consideraba todo desde la perspectiva de un inversor inmobiliario, lo que había sido antes de meterse en política».
“Lo lograremos”
En la noche del sábado 18 al domingo 19 de abril de 2015 una embarcación de refugiados abarrotada zozobró en el Mediterráneo en su trayecto de Libia a Italia. «No se trata de un problema estrictamente italiano sino que afecta a toda Europa. No podéis dejarme solo en esto», le espetó a Merkel Matteo Renzi, primer ministro italiano. «Sabía que Renzi tenía razón», dice ella.
Cuatro días después los jefes de estado se reunieron en Bruselas en una reunión extraordinaria del CE pero no se pudo llegar al fondo de la cuestión. La frontera italiana estaba desbordada. Las solicitudes de asilo subían día a día en Alemania, llegando el 19 de mayo a 800.000.
«Cuando me desperté por la mañana no tenia ni idea de que el viernes 4 de septiembre de 2015 sería un día que pasaría a la historia en Europa», recuerda. Fue el día en el que se anunció por Facebook que los refugiados podían entrar libremente por Austria y Alemania. «Lo digo de la manera más sencilla —había anunciado previamente—.
Alemania es un país fuerte. Por lo tanto el lema con el que debemos afrontar esta cuestión debe ser: antes hemos logrado tantas cosas ¡y también ahora lo «Si en aquel momento alguien me hubiera dicho que durante semanas, meses, años incluso hasta el día de hoy me echarían en cara estas dos palabras banales le habría mirado con incredulidad.
¿Perdón? ¿No debo decir que lo lograremos porque estas dos palabras pueden malinterpretarse y que la gente piense que mi intención es traer a todos los refugiados del mundo a Alemania? Esas dos palabras representaban mi profunda confianza en que el país había suficientes personas que pensaban y sentían como yo. Mi confianza no se vería defraudada», dice en referencia a la victoria electoral de 2017. «La dignidad humana es intangible», opina Merkel.
Desgraciadamente, la nueva situación fue el marco de un auge de la extrema derecha en Europa que aún dura hoy día.
Un mundo cambiante y globalizado
El 23 de junio de 2016 el 52% de los votantes británicos selló el Brexit, la salida de Reino Unido de la Unión Europea. «Consideré la votación una vergüenza que nos dejaba en ridículo a los demás miembros de la UE. Gran Bretaña nos dejaba en la estacada.
Esto cambiaba la opinión del mundo tenia de la UE, nos había debilitado», opina Merkel. Mientras tanto, fue testimonio de cómo ciertos países emergentes iban consolidando posiciones, como los integrantes de las siglas BRICS, Brasil, Rusia India China y Sudáfrica.
También se palpaban mejoras en Africa. Ya entonces Merkel estaba convencida de que apoyar, en general, a todos los países del mundo y, en concreto, en la mejora de la calidad de sus sistemas sanitarios era esencial para proteger de la enfermedad a la población alemana.
Algo que sin duda se ratificó cuando llegó la COVID 19, tema que acaparó el último tramo de su mandato. Fue un periodo en el que, una vez más, a tener que imponer restricciones a la ciudadanía, tuvo que reflexionar sobre el significado de la palabra libertad. La libertad, dijo entonces, tiene que ser válida para todos.
«No significa que todo el mundo pueda hacer lo que quiera. Al contrario, justo ahora la libertad significa responsabilidad: responsabilidad por uno mismo, las personas en el lugar de trabajo y más aún, por todos nosotros». Sin duda una definición que representa fielmente el modo de hacer de esta mujer tan pragmática como reflexiva.
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