sábado, 30 de agosto de 2025

Viajes. Cómo pudo la peste negra acabar con 75 millones de personas

Aunque pueda parecer una enfermedad de la época medieval, siguen dándose casos de peste bubónica en algunos países de Norteamérica y Asia. Esta enfermedad es consecuencia del contagio de Yersinia pestis, una bacteria identificada en 1894 por el bacteriólogo Alexander Yersin, del Instituto Pasteur.

Esta bacteria tiene como reservorio las pulgas, es decir, se aloja en las pulgas de forma provisional hasta que puede pasar a otros animales o humanos cuando el insecto hematófago chupa la sangre de su víctima para alimentarse. Por este y otros motivos es aconsejable el uso de collares antipulgas en los animales domésticos, así como reforzar la protección mediante insecticidas cuando se les va a llevar a un lugar en el que puedan estar expuestos a pulgas.

Cuando la pulga transmite Y. pestis, la bacteria coloniza los neutrófilos del hospedador, es decir, entra en el sistema de defensa que trata de acabar con ella y, así, acaba en el sistema linfático del enfermo. Debido a la inflamación, aparecen grandes bultos negros por el cuerpo del paciente, lo que, junto a la fiebre elevada, crea el cuadro conocido como peste bubónica.

Ahora bien, la bacteria también puede colonizar otros tejidos, como los pulmones, dando lugar a la peste neumónica secundaria. En este punto, si no se trata, la bacteria puede acabar con la vida de la persona en 3 a 5 días por una septicemia. Además, en los casos de peste neumónica, el animal o la persona enferma puede infectar a otra a través de las gotículas expectoradas mediante la respiración y provocar más casos de peste neumónica, por lo que se trata de una enfermedad muy peligrosa.

En la actualidad la peste se puede curar con antibióticos, pero la rapidez del diagnóstico es clave para garantizar el éxito del tratamiento. Si no se trata, la enfermedad tiene una mortalidad asociada de un 60 %, mientras que, con los antibióticos, esta mortalidad se reduce a entorno al 10 %, lo que sigue siendo un número muy elevado.

La muerte negra

Un triste ejemplo de la mortalidad provocada por esta bacteria la encontramos en lo que se denominaría en latín como atra mors, la “plaga terrible” o la “Muerte negra”. Esta epidemia, que comenzó en el año 1347 se estima que acabó con la vida de entre 50 y 200 millones de personas en el viejo continente, casi un tercio de la población. Existen registros de epidemias de peste bubónica anteriores, como la Plaga de Justiniano (541 – 750) y posteriores, (hasta el siglo XIX) que también fueron extremadamente letales, pero debido a su crudeza, esta es la más conocida.

Inscripción funeraria de la peste justiniana

Respecto a su entrada en Europa, existen dos hipótesis principales. La enfermedad es endémica de Asia, por lo que es posible que la apertura de la Ruta de la Seda, además de importar riquezas, pulgas infectadas con la peste fuesen polizones de los animales de carga, domésticos, o ratas que acompañaban a las caravanas. La segunda, en cambio, habla de un cargamento de grano proveniente de Caffa, del Mar Negro, en el que ratas contaminadas con pulgas llegaron a Sicilia. De ahí, los roedores fueron expandiéndose por la isla, acabaron cruzando a la península itálica y encontraron las puertas abiertas en el resto de Europa.

La tormenta perfecta para el desastre

A partir de 1347 comenzaron los reportes de personas que desarrollaban bultos negros en axilas e ingles. Estos bultos, dolorosos al tacto, iban seguidos por llagas negras y fiebres muy intensas que debilitaban a la persona. La debilidad era tal que, a los 3 días, hasta el 75% de las personas con síntomas fallecían sin que nadie pudiese hacer nada.

La letalidad de la enfermedad fue tal porque llegó en un momento especialmente cruento para Europa. Durante el siglo XIV, una serie de cambios en el clima provocaron una pequeña edad del hielo en el continente, con inviernos especialmente crudos, que derivaron en fuertes hambrunas. Además, la mayoría de los recursos restantes se empleaban para alimentar los combates de la Guerra de los 100 años entre Inglaterra y Francia. Por otro lado, la presencia de ratas y otros animales que podían alojar pulgas era muy habitual en los pueblos y urbes de la época y, al no conocer el método de transmisión, tampoco podía cortarse.

De hecho, los estudiosos de la época asociaron la enfermedad con una pestilencia. Es decir, un contaminante del aire que entraba en el cuerpo y que acababa provocando los síntomas. Para combatir el aire, aconsejaban a la población que llevase sustancias dulces o amargas, como flores, vinagres o inciensos cerca de la nariz. 

Los médicos de la peste

La tormenta perfecta resultante permitió que, en sólo 5 años, la enfermedad acabara con entre 20 y 30 millones de personas. El resto de la población vivía sumida en el caos. Pueblos y ciudades cerraron accesos y, en el momento en el que a alguien se le detectaban los bultos, se le apartaba o desterraba y mucha de la población huía a otros asentamientos, lo que facilitaba la expansión de la enfermedad.

La Muerte estrangula a una víctima de la Peste Negra, de la colección de tratados del Clementinum de Praga (Thomas von Stitny, 1376).

En este desolador panorama apareció la figura del “médico de la peste” que, al contrario de la creencia popular, no llevaban máscaras con largos picos en el siglo XIV. Concretamente, la primera vez que aparecen mencionados es en el siglo XVII, en el año 1619 por Charles de Lorme, que dice haber creado un traje para protegerse de la peste hecho con cuero de cabra. Por otro lado, los médicos de la peste no eran médicos al uso, sino que su función consistía mayoritariamente en ofrecer consuelo y registrar el número de fallecimientos en las poblaciones.

Afortunadamente, en la actualidad el conocimiento de los métodos de transmisión de patógenos es mucho mayor que en la antigüedad y la vigilancia epidemiológica permite cortar los brotes de raíz en cuanto se detecta un único caso. Aun así, sigue siendo aconsejable protegerse contra pulgas (y otros insectos como las garrapatas por otras enfermedades) en salidas al campo, especialmente en zonas donde la enfermedad es endémica.



via Daniel Pellicer Roig https://ift.tt/AO4xsDX

martes, 26 de agosto de 2025

Viajes. El viaje que buscó alcanzar el Polo Norte... y terminó en tragedia

En junio de 1871, un barco de madera de aspecto robusto y con nombre épico, el Polaris, zarpó del puerto de Nueva York. A bordo viajaban marineros curtidos, científicos, carpinteros, un médico y un capitán conocido por su testarudez y su valentía: Charles Francis Hall. ¿Su objetivo? Tan claro como ambicioso: ser los primeros en alcanzar el Polo Norte.

En aquella época, el Ártico era una vasta extensión desconocida, llena de peligros y promesas. Cada milla ganada era un paso hacia lo que se consideraba uno de los mayores logros geográficos posibles. Y Hall soñaba con plantar la bandera estadounidense en el punto más septentrional del planeta y, de paso, devolver a casa a los patrocinadores y a la prensa con una historia épica. Lo que nadie sabía era que este viaje, planeado para ser una gran hazaña, acabaría convertido en una de las historias más tensas y misteriosas de la exploración polar del siglo XIX.

El sueño polar de Hall

Charles Francis Hall no era un marino común. Nacido en Vermont en 1821, había trabajado como grabador y editor de periódico antes de que el magnetismo de las historias árticas lo atrapara por completo. Esa fascinación se encendió con las noticias de la desaparición de la expedición de John Franklin, que en 1845 había partido con dos barcos, el Erebus y el Terror, para encontrar el Paso del Noroeste… y nunca volvió.

El misterio de Franklin conmocionó al mundo y desató una oleada de expediciones de búsqueda. Hall, convencido de que podía ayudar a resolverlo, se lanzó al Ártico por su cuenta. Entre 1860 y 1869 realizó dos largas expediciones, viviendo durante años con comunidades inuit, aprendiendo sus métodos de supervivencia y recogiendo relatos orales que aportaron pistas sobre el destino de Franklin y su tripulación. Hall no encontró los barcos, pero su experiencia le dio fama como explorador y un conocimiento directo de las durísimas condiciones del Ártico.

Así, con el respaldo del gobierno de los Estados Unidos y de varios inversores privados, se construyó y equipó el Polaris. El barco fue reforzado para soportar el hielo y cargado con víveres, carbón y materiales científicos. A bordo viajaba una tripulación internacional: estadounidenses, alemanes, escandinavos e inuit, todos con un mismo objetivo: navegar lo más al norte posible por el estrecho de Smith, al oeste de Groenlandia, y desde allí avanzar en trineos hasta alcanzar el Polo. La realidad, sin embargo, sería mucho más complicada.

Charles Francis Hall, líder de la expedición Polaris.

Un viaje cada vez más frío… y más tenso

La expedición avanzó durante el verano, aprovechando las ventanas libres de hielo. El paisaje era un mosaico de glaciares, montañas nevadas y mares salpicados de témpanos. Hall tomaba notas constantes, registrando coordenadas y observaciones meteorológicas.

Pero conforme se adentraban en las aguas del norte, surgían problemas. El hielo marino comenzaba a cerrarse antes de lo esperado, obligando a maniobrar constantemente para evitar quedar atrapados. El frío se volvía más intenso y la oscuridad del invierno polar se acercaba. Las diferencias culturales y lingüísticas entre los tripulantes, sumadas al aislamiento, alimentaban tensiones a bordo.

En octubre, cuando parecía que habían encontrado un fondeadero seguro en Thank God Harbor (actualmente Hall Basin), ocurrió lo inesperado: Hall enfermó gravemente tras beber una taza de café. Sufrió vómitos, delirio y parálisis parcial. Antes de morir, dos semanas después, acusó a miembros de la tripulación de haberlo envenenado.

Ruta seguida por la expedición Polaris, 1871-1873.

Muerte, hielo y supervivencia

La muerte de Hall dejó a la expedición sin su líder. El mando pasó al ingeniero Emil Bessels, con quien Hall había tenido conflictos previos. La falta de liderazgo claro y las tensiones internas complicaron la misión. Se abandonó la idea de alcanzar el Polo Norte; ahora la prioridad era sobrevivir y volver a casa.

En octubre de 1872, mientras intentaban avanzar hacia el sur, el Polaris quedó atrapado por el hielo y comenzó a ser empujado hacia mar abierto. En medio del caos, diecinueve personas —entre ellas varios inuit, mujeres y niños— quedaron varadas sobre un témpano cuando el barco se separó del hielo. Ese grupo sobrevivió a la deriva durante 196 días y recorrió más de 2.400 km antes de ser rescatado por un barco de caza de focas.

El resto de la tripulación logró salvar el Polaris y navegar hasta la costa de Groenlandia, donde fueron recogidos por otro barco estadounidense. Ninguno había alcanzado el Polo, pero todos llevaban consigo una historia que parecía salida de una novela de aventuras… o de misterio.

Supervivientes de la expedición, fotografiados en San Juan de Terranova después de ser rescatados.

El legado de una expedición fallida

La expedición del Polaris no cumplió su objetivo principal, pero dejó archivos importantes. Los mapas y registros que elaboraron aportaron valiosa información sobre el estrecho de Smith, la costa de Groenlandia y las condiciones del hielo ártico. Además, la odisea del grupo que sobrevivió a la deriva en un témpano sigue siendo uno de los relatos más extremos de resistencia humana en el Ártico.

El misterio sobre la muerte de Hall nunca se resolvió del todo. En 1968, un equipo de investigadores exhumó su cuerpo en Groenlandia y encontró niveles elevados de arsénico, lo que reforzó la sospecha de envenenamiento. Sin embargo, nunca se identificó a un culpable ni se pudo descartar del todo la posibilidad de que se tratara de un tratamiento médico mal administrado.



via Noelia Freire https://ift.tt/EZ3RQYz

jueves, 21 de agosto de 2025

Viajes. Tres robots exploran cuevas "lunares" en Lanzarote

La ciencia lleva años intentando descifrar cómo se puede adaptar el ser humano a las condiciones de vida fuera del planeta Tierra. Más de 250 exploraciones se han realizado desde 1958. Gracias a esto existe valiosa información respecto a las condiciones atmosféricas y de las superficies.

Sin embargo, un nuevo enfoque desde la perspectiva geológica podría ser la solución para algún día permanecer más allá de nuestro suelo: indagar lo que está debajo de la superficie.

El misterio de los tubos de lava

En realidad, desde hace tiempo se cree que allí podría estar la clave, pero la ciencia aún no logra conocerlo al detalle. Puntualmente, se trata de los tubos de lava, unas arterias por donde circula la roca fundida que ha sido expulsada por la actividad volcánica. Estas condiciones podrían repetirse fuera del planeta Tierra.

En la Luna, por ejemplo, se sabe que hubo una intensa actividad volcánica hace más de 3.000 años. La muestra más evidente son los mares lunares, esas manchas oscuras que se pueden observar a la distancia y surgieron fruto del vulcanismo. Pero sabemos muy poco de sus tubos de lava.

No es que sea fácil estudiarlo. Los problemas para investigar eran dos: primero, cómo acceder a un territorio similar. Segundo, cómo minimizar los riesgos para los científicos de la misión. Ante lo primero, la Agencia Espacial Europea (ESA) ha comprobado que había un sitio donde las condiciones se estimaban análogas a las de la Luna o Marte: los tubos de lava de Lanzarote.

El segundo problema es en lo que está trabajando actualmente un equipo de científicos de la Universidad de Málaga. El Laboratorio de Robótica Espacial, liderado por Carlos Pérez del Pulgar, acaba de publicar en Science Robotics, una detallada explicación de los robots que están desarrollando en conjunto con otros investigadores europeos.

“El blindaje natural que ofrecen estas cuevas frente a la radiación y a pequeños meteoritos las hace muy adecuadas para preservar firmas exobiológicas y proteger instalaciones humanas”, explica el estudio sobre la importancia de los tubos de lava.

Cómo ha sido la misión en Lanzarote

Para conocer las profundidades de los tubos se desplazaron hasta Lanzarote para realizar una misión con tres robots equipados con hardware y software específicos, desarrollados en centros alemanes y uno belga.

El volcán Etna en la costa de Sicilia tuvo actividad reciente.

El primer robot fue SherpaTT, el primer aparato en ingresar al tubo de lava. Después, LUVMI-X, más ligero y con escáneres 3D, para transportar una carga útil. Ambos realizaron navegación y cartografía de manera completamente autónoma. La tríada de robots la completó Coyote III, que contiene un radar de penetración en el suelo

Los resultados de la prueba en Lanzarote identificaron posibles rutas para descender en rapel, pero por problemas de humedad ante inesperadas lluvias tuvieron problemas para sondear la parte superior del tubo de lava.

El objetivo de la misión fue cumplido: los robots han sido capaces de construir un modelo tridimensional del terreno debajo de la superficie.

“Los resultados obtenidos demuestran la viabilidad del concepto de misión propuesto, que incluye tres vehículos exploradores planetarios de nueva generación coordinados para obtener información significativa sobre la morfología externa e interna de la cueva de lava”, sintetizaron en el artículo.

Más allá del importante avance, aún queda definir la adaptación de los robots a condiciones ambientales disímiles en la Luna o en Marte. Antes de esta misión, el equipo del Laboratorio de Robótica Espacial de la Universidad de Málaga había trabajado en dos fases con la Agencia Espacial Europa (ESA). Desarrollaron algoritmos para la planificación de los caminos en los tubos de lava y también el sistema de control para que el vehículo pudiera recoger las muestras.



via Pedro Molina https://ift.tt/vq40VOs

martes, 19 de agosto de 2025

Viajes. La IA ayuda a explicar una de las explosiones estelares más extrañas jamás vistas

La supernova SN 2023zkd, detectada a 730 millones de años luz de la Tierra, ha desconcertado a los astrofísicos por su naturaleza doble, su preparación inusualmente lenta... y la sospecha de que, en lugar de envejecer y colapsar por sí sola, pudo haber sido inducida por una colisión cósmica: una estrella masiva que intentó, sin éxito, devorar un agujero negro.

A diferencia de la narrativa tradicional que dicta que las supernovas son el desenlace natural de una estrella agotada, SN 2023zkd propone un giro más dramático. Gracias a una herramienta de inteligencia artificial denominada Light curve Anomaly Identification and Similarity Search, integrada a un bot de Slack, los científicos recibieron una alerta en tiempo real. 

Esta intervención tecnológica fue clave para que los telescopios terrestres pudieran captar el fenómeno antes de que desapareciera.

Light curve Anomaly Identification and Similarity Search

La herramienta (una suerte de vigía digital incansable) permitió filtrar entre miles de fluctuaciones lumínicas captadas cada noche por telescopios robóticos. Su utilidad reside no solo en su velocidad, sino en su capacidad para detectar rarezas en patrones de luz que, a simple vista, podrían pasar desapercibidas. 

En palabras de V. Ashley Villar, astrofísica de Harvard y coautora del estudio, la IA se ha convertido en una colaboradora cotidiana para clasificar explosiones estelares, inferir propiedades físicas con rapidez e identificar sistemas celestes insólitos como este.

Este evento en particular no solo tuvo una única explosión, como ocurre normalmente, sino que presentó dos destellos separados por ocho meses, una especie de bis cósmico imposible de ignorar. Más aún, los registros archivados revelaron que el sistema estelar había aumentado gradualmente su brillo antes del primer estallido, algo completamente fuera del guion tradicional de una supernova, que suele ser repentina.

Cómo mueren las estrellas

Todo esto nos obliga a replantear lo que creíamos saber sobre cómo mueren las estrellas. ¿Podría ser que algunas explosiones no sean muertes naturales, sino asesinatos celestes? La presencia de un agujero negro cercano, que pudo alterar la estructura de la estrella o incluso penetrar su núcleo antes de que esta reaccionara violentamente, es una hipótesis plausible. 

Este tipo de interacciones extremas serían aún más difíciles de detectar sin herramientas modernas como las IA generativas, que además de identificar patrones, son capaces de aprender y adaptarse a nuevos comportamientos astronómicos.

De hecho, los astrónomos llevan décadas utilizando métodos de IA más rudimentarios para filtrar datos, pero ahora, gracias a la evolución de la inteligencia artificial generativa, se ha dado un salto cualitativo. Villar afirma que su equipo la usa no solo como filtro, sino como asistente inteligente capaz de plantear hipótesis, comprobar resultados y hasta sugerir nuevas rutas de investigación, siempre bajo la supervisión crítica de los científicos.

Este descubrimiento ha sido recibido con entusiasmo y escepticismo a partes iguales, como suele ocurrir cuando el universo nos muestra algo que no encaja del todo. Y es que SN 2023zkd no solo rompe las reglas: las reescribe. Es un recordatorio de que aún sabemos muy poco sobre lo que ocurre más allá del velo de las estrellas.

La existencia de un evento de esta magnitud plantea la posibilidad de que haya muchas más explosiones “anómalas” esperando ser descubiertas, escondidas entre millones de puntos de luz en la inmensidad del cielo nocturno.



via Sergio Parra https://ift.tt/oMrcp97

Viajes. La ley invisible que decide cómo se mueve todo

¿Alguna vez te has preguntado por qué una pelota que lanzas siempre cae en el suelo siguiendo una trayectoria curva, o por qué la luz que atraviesa una ventana entra siempre por el camino más directo? Puede parecer que estos movimientos son simples o incluso casuales, pero en realidad, están guiados por una ley invisible que funciona en el mundo entero, desde lo más pequeño hasta lo más grande.

Por ejemplo, imagina que estás en la cocina y tienes que verter agua en un vaso que está un poco alejado. ¿Por dónde decides mover la jarra? Probablemente eliges el camino que te parezca más rápido y sencillo, sin dar muchas vueltas ni hacer movimientos innecesarios. Sorprendentemente, la naturaleza hace algo parecido con todos los objetos y las fuerzas que existen. Siempre busca el camino “más eficiente”, el que requiere menos esfuerzo o energía. Esta regla mágica se llama principio de mínima acción, y es el secreto que explica por qué todo en el universo se mueve de cierta manera, desde una pelota rodando hasta la luz que viaja por el espacio.

El secreto de los caminos más cortos

Pero para entender el principio de mínima acción, debemos empezar por algo que todos conocemos: caminar de un lugar a otro. Cuando vas a casa de un amigo, ¿cómo decides por dónde ir? Lo más probable es que elijas el camino que te lleva más rápido o con menos esfuerzo, ¿verdad? Pues bien, la naturaleza hace algo parecido. Cuando una pelota cae, o un rayo de luz viaja, ellos “eligen” el camino que requiere la menor “acción”, una especie de medida que combina tiempo, energía y distancia.

Un ejemplo clásico es la luz en un espejo. Cuando prendes una linterna y la luz rebota en un espejo, la luz no se dispersa al azar; sigue un camino muy especial: el camino que tarda menos tiempo en recorrer. Esto se llama el principio de Fermat, que es en realidad una manifestación del principio de mínima acción. Así, aunque parezca que la luz “sabe” qué camino tomar, en realidad está siguiendo esta regla invisible.

Este principio no solo explica cosas simples, sino también movimientos complejos como la órbita de los planetas. La Tierra, por ejemplo, no gira al azar alrededor del Sol; su trayectoria es la que “minimiza” la acción, lo que hace que su movimiento sea estable y predecible. Todo un GPS cósmico.

La luz no se dispersa al azar; sigue un camino muy especial: el camino que tarda menos tiempo en recorrer.

¿Qué es exactamente la “acción”?

Puede sonar un poco abstracto, pero la “acción” en física es una especie de “puntuación” que mide lo que cuesta para algo moverse de un punto a otro, teniendo en cuenta energía y tiempo. El principio de mínima acción dice que la naturaleza siempre busca el camino donde esta “puntuación” sea el más bajo posible.

Imagina que eres un ciclista y tienes que llegar a la cima de una colina. Puedes ir directo, pero será muy difícil; o tomar un camino más largo, pero más fácil. La “acción” sería algo así como la cantidad de energía que usas multiplicada por el tiempo que tardas. La naturaleza, en cambio, “elige” la ruta con la menor puntuación, no necesariamente el camino más corto, sino el que es más eficiente en términos de energía y tiempo.

Este concepto fue desarrollado formalmente por el físico Lagrange en el siglo XVIII y más tarde perfeccionado por Hamilton. Lo increíble es que esta idea se aplica en todos los rincones de la física, desde el movimiento de un simple péndulo hasta las ecuaciones que describen partículas subatómicas. La mínima acción es como el lenguaje secreto que habla el universo.

Cuando una pelota es lanzada, su trayectoria no es aleatoria. Va describiendo una parábola porque esta es la forma en que la acción total se minimiza

la simplicidad en la naturaleza

Una de las cosas más fascinantes del principio de mínima acción es cómo refleja una especie de “economía” en la naturaleza. El universo siempre busca la forma más simple y eficiente de hacer las cosas. En vez de gastar energía de más o complicar movimientos, todo sigue esta regla de oro.

Por ejemplo, cuando una pelota es lanzada, su trayectoria no es aleatoria. Va describiendo una parábola porque esta es la forma en que la acción total se minimiza, combinando la gravedad y la velocidad inicial. Es como si la pelota “supiera” el camino que le va a costar menos energía seguir.

Este mismo principio aparece en la óptica, en la mecánica clásica, y en la física cuántica. Incluso, en el mundo cuántico, donde las partículas parecen bailar al azar, la acción mínima también dicta las probabilidades de que algo suceda. Es como si el universo, a nivel microscópico, también prefiriera los caminos “más baratos” en energía.



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viernes, 15 de agosto de 2025

Viajes. El mar podría tragarse los moáis de Rapa Nui en menos de 60 años

Las costas de Rapa Nui, conocidas por sus colosales moáis, afrontan una amenaza existencial. No se trata solo de la erosión de rocas o el avance de la marea: lo que está en juego es la memoria esculpida en piedra. 

Un estudio reciente publicado en el Journal of Cultural Heritage por investigadores de la Universidad de Hawái en Mānoa ha revelado que, para el año 2080, el aumento del nivel del mar podría provocar que las olas alcancen de forma estacional el Ahu Tongariki, la majestuosa plataforma ceremonial que forma parte del Parque Nacional Rapa Nui, declarado patrimonio mundial por la UNESCO.

Pero el peligro no se limita a este enclave icónico. Según el equipo científico, hasta 51 activos culturales repartidos por la isla están en la mira de las futuras inundaciones costeras. Los moáis podrían quedar atrapados entre el oleaje y el olvido.

Para Noah Paoa, autor principal del estudio y doctorando en Ciencias de la Tierra en la Escuela de Oceanografía y Tecnología de la Tierra de UH Mānoa, el asunto trasciende el ámbito académico.

“Esta investigación revela una amenaza crítica para la cultura viva y el sustento de Rapa Nui”, ha afirmado. “Estos sitios son esenciales para reafirmar la identidad del pueblo y revitalizar sus tradiciones. Económicamente, sustentan el turismo, columna vertebral de la isla. No actuar frente a esta amenaza podría poner en riesgo incluso el estatus de Rapa Nui como patrimonio mundial”.

Costa recreada digitalmente

El equipo de investigación ha usado tecnología de punta para recrear digitalmente la costa de la isla. Gracias a modelos computacionales avanzados, simularon el comportamiento del oleaje en escenarios futuros de aumento del nivel del mar. 

Superpusieron luego estas proyecciones sobre mapas geoespaciales que indicaban la ubicación de los bienes culturales, proporcionados por colaboradores locales. Así lograron identificar, con precisión milimétrica, qué estructuras serían afectadas.

La precisión del trabajo fue tan certera como desoladora: el mar no tardará en reclamar lo que durante siglos se mantuvo en tierra firme. Ahu Tongariki, con sus quince moáis imponentes alineados como centinelas ancestrales, podría convertirse en una península estacional, cercada por el agua durante ciertos meses del año.

“Científicamente, los resultados no nos sorprendieron”, ha confesado Paoa. “Sabemos que el ascenso del mar es una amenaza directa para las costas del mundo. La verdadera incógnita no era si habría impacto, sino cuándo y con qué gravedad. Ahora sabemos que en menos de 60 años podríamos ver las olas besar los pies de los moáis”.

Más allá de Rapa Nui

Este fenómeno no es exclusivo de Rapa Nui. Tal como señalan los investigadores, las islas del Pacífico —incluyendo Hawái— afrontan desafíos similares. Chip Fletcher, coautor del estudio y decano de la escuela SOEST, ha enfatizado la urgencia de proteger no solo la infraestructura, sino también los sitios sagrados. “Debemos documentar lo que es significativo para las comunidades y planear cómo preservarlo. De eso depende que nuestras culturas sigan vivas”, declaró.

El modelo aplicado en Rapa Nui podría convertirse en una hoja de ruta para otras regiones insulares. Según Paoa, el siguiente paso es utilizar los datos disponibles para evaluar cómo afectará la subida del mar a los activos culturales de Hawái. Además, en colaboración con líderes locales de Rapa Nui, planean estudiar medidas de mitigación y adaptación que permitan salvaguardar su legado.




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miércoles, 13 de agosto de 2025

Viajes. El deshielo de un glaciar en Groenlandia podría transformar la biodiversidad marina

En la helada inmensidad del oeste de Groenlandia, una corriente ascendente está transformando lo que creíamos conocer sobre la vida marina del Ártico. El glaciar Jakobshavn (también llamado Sermeq Kujalleq), el más activo de la isla, no solo libera enormes masas de hielo al mar: también fertiliza sus aguas. 

Allí, en la bahía Disko (Qeqertarsuup Tunua), las aguas oscuras comienzan a ser verdes en pleno verano, una señal de que la vida microscópica se multiplica gracias a un proceso impulsado por el propio deshielo.

Este fenómeno, detallado en un estudio recientemente publicado en Nature Communications Earth & Environment, revela que el aumento estacional del caudal de agua dulce procedente del glaciar induce una intensa corriente ascendente que arrastra nutrientes desde las profundidades hasta la superficie iluminada. 

Este mecanismo alimenta una segunda floración de fitoplancton en agosto, que complementa la explosión primaveral tradicional del Ártico. Según el equipo de investigadores, esta productividad biológica adicional podría alterar la estructura de los ecosistemas marinos, desde el plancton hasta los grandes depredadores.

Implicaciones en el delicado equilibrio

Los científicos emplearon modelos numéricos de alta resolución y supercomputadoras para analizar datos obtenidos entre 1992 y 2021. Descubrieron que el deshielo estival de Sermeq Kujalleq, que supera los 1.200 metros cúbicos de agua por segundo, genera una turbulenta pluma subglacial.

 A medida que esta agua dulce (más liviana que el agua marina) asciende desde una profundidad de 850 metros, arrastra consigo aguas profundas cargadas de nitrato y hierro. El resultado es un flujo vertical estimado en más de 45.000 metros cúbicos por segundo, una magnitud casi cuarenta veces superior al caudal de deshielo inicial.

Este proceso resulta crucial, pues en verano los nutrientes de superficie suelen estar agotados tras la floración de primavera. La llegada de nuevos nutrientes desencadena entonces una segunda oleada de productividad fitoplanctónica. Los modelos, validados con datos satelitales y mediciones in situ, muestran incrementos del 15% al 40% en la producción primaria estival en años con deshielos intensos como 2012 y 2019.

Sin embargo, este incremento biológico no se traduce automáticamente en una mayor captura de carbono. El estudio estima que el aumento anual en la absorción de dióxido de carbono (CO₂) apenas llega al 3%. La razón: el agua que asciende es más cálida y menos salina, lo que reduce su capacidad para disolver CO₂. Así, aunque el fitoplancton retira más carbono de la atmósfera durante el verano, esta ventaja queda parcialmente neutralizada por la menor solubilidad del gas en el agua superficial.

Este delicado equilibrio tiene implicaciones para el papel del océano ártico como sumidero de carbono en un mundo en calentamiento. A medida que los glaciares de Groenlandia siguen derritiéndose, podrían intensificar la productividad biológica costera sin que ello implique una mayor captura neta de carbono atmosférico.

Impacto en la cadena alimentaria

Más allá de la química oceánica, el impacto sobre la cadena alimentaria marina podría ser profundo. El fitoplancton, invisible pero esencial, constituye la base de los ecosistemas oceánicos. 

Un aumento sostenido en su biomasa podría modificar la composición de especies, favorecer la proliferación de algas nocivas y alterar los ciclos alimentarios que sostienen tanto a peces como a mamíferos marinos. Especies como el fletán de Groenlandia, las focas anilladas, los narvales o incluso los osos polares podrían ver modificadas sus rutas migratorias, presas o hábitats esenciales.

Para estudiar un sistema tan remoto y de acceso limitado, los científicos recurrieron a herramientas punteras como el modelo ECCO-Darwin. Esta simulación integra décadas de observaciones sobre temperatura, salinidad y biomasa recogidas por satélites y sensores autónomos, y permite anticipar cómo podrían evolucionar los ecosistemas costeros bajo distintos escenarios climáticos. La NASA, con su infraestructura computacional de alto rendimiento, resultó clave para desentrañar la dinámica oculta bajo el hielo.

La importancia del hallazgo radica también en su alcance potencial. En Groenlandia existen más de 250 glaciares similares a Sermeq Kujalleq. Si mecanismos parecidos se activan en otras zonas, podríamos estar presenciando un cambio sistémico en las regiones costeras del Ártico. Las proyecciones apuntan a un deshielo acelerado en las próximas décadas, lo que podría amplificar estos procesos y plantear desafíos inéditos a la gestión de la pesca, la conservación de la biodiversidad y la mitigación del cambio climático.




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martes, 12 de agosto de 2025

Viajes. La cafeína podría ser muy beneficiosa para la salud y la longevidad

Todas las mañanas miles de personas siguen el mismo ritual: Despertar, levantarse de la cama e ir en un estado somnoliento desde la cama hasta la cocina. Una vez allí, bien sea en cápsulas, bien soluble o con cualquier método de filtrado, se preparan un café. En cuanto acaban de tomar el brebaje comienzan a ser personas funcionales una vez que la magia (o, mejor dicho, la química) de un compuesto que recibe el nombre de la misma planta comienza a hacer efecto: la cafeína.

La historia de esta bebida es intrincada, y encadena episodios en los que fue prohibida con otros en los que se incitaba su consumo. Aunque siempre desde un prisma cargado de intereses y desinformación. Pero durante el siglo XX y XXI, cientos de grupos de investigación han tratado de averiguar exactamente cómo nos afecta la cafeína y cuáles son los beneficios de su consumo, si existen.

Recientemente, un grupo de investigación de la Queen Mary University College ha tratado de ir un poco más allá y ver si existe un vínculo entre el consumo de cafeína y la longevidad. Para ello han empleado un tipo de levadura conocida en inglés como fission yeast o Schizosaccharomyces pombe, que comparte un porcentaje importante del genoma con el ser humano.

Una levadura rejuvenecida

En un artículo anterior, el equipo de investigación inglés demostró que la cafeína activa un regulador de crecimiento denominado TOR (Target of Rapamicine). TOR es lo que se conoce como un interruptor celular. Es decir, que cuando la célula tiene una cantidad adecuada de alimento y energía, enciende las rutas moleculares que permiten su crecimiento. Este interruptor es muy antiguo, de hecho, se estima que apareció en las células hace aproximadamente 500 millones de años, y por ello, se encuentra en seres tan dispares como levaduras y humanos.

En aquel estudio llegaron a la conclusión que la cafeína podía activar directamente TOR. Así, tras su activación, la célula comenzaba a reparar más eficientemente su ADN, y respondían mejor a situaciones de estrés que, de otro modo, podían dañarlas. Pero en este segundo estudio han descubierto que no es tan sencillo, ya que la cafeína realmente no tiene ningún efecto directo sobre TOR.

Células de S. Pombe en las que el transportador de glucosa Ght5 está marcado con proteína fluorescente verde (GFP).

Si la cafeína activa TOR es porque antes activa otra ruta molecular denominada AMPK que, de nuevo, comparten las levaduras y los humanos. «Cuando a tus células les falta energía, AMPK está ahí para ayudarles», explica el Dr. Charalampos (Babis) Rallis, catedrático de Genética, Genómica y Biología Celular Fundamental de la Queen Mary University College de Londres, y autor principal del estudio. «Y nuestros resultados muestran que la cafeína ayuda a activarla».

AMPK, una vieja conocida

Como indican los autores, AMPK es una vieja conocida en los estudios relacionados con el envejecimiento, ya que además de la distribución energética, AMPK está relacionada con la autofagia. A este proceso también se le conoce como «renovación celular» ya que es una fase en la que entran las células cuando su metabolismo falla, por lo que digieren los componentes que tienen en su interior y generan nuevos.

Estudios independientes han demostrado que la metformina también tiene un efecto sobre AMPK. Este medicamento, utilizado comúnmente para el tratamiento de la diabetes, ha mostrado que puede retrasar el envejecimiento en modelos animales de mosca, gusano y levadura. Aunque sus efectos no están demostrados en humanos, sí que se ha tratado de estudiar cómo su suplementación junto con rapamicina podría extender la esperanza de vida entre un 10 y un 15%.

Por ello, como indica el autor principal del estudio, el Dr. John-Patrick Alao: estos hallazgos podrían indicar cómo la cafeína también podría tener un beneficio en la salud y la longevidad. Además, abre la puerta a futuros estudios acerca del impacto de la dieta y el estilo de vida en cuánto y cómo envejecemos.

Ahora bien, es importante tener en cuenta que el estudio está realizado en levaduras que, aunque comparten gran parte de las rutas metabólicas con los humanos, siguen siendo muy distintas como para extrapolar los resultados directamente. Es decir, que si nos tomamos un café no sea pensando en nuestra longevidad, si no por darnos ese pequeño aporte de energía matutino, porque disfrutamos de nuestra rutina, por socializar o, simplemente, por saborearlo apaciblemente por la mañana o tras una comida.



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lunes, 11 de agosto de 2025

Viajes. Así es el cable submarino que unirá Canarias y Marruecos

Pronto se tenderá un hilo invisible que unirá a Canarias con Tarfaya, en Marruecos. No será de seda ni de acero, sino de fibra óptica: un corredor lumínico capaz de transportar información a velocidades que rozan lo instantáneo

Se trata de un proyecto impulsado por Canalink, que ya ha asegurado 7,5 millones de euros procedentes de fondos europeos para iniciar las obras en 2025, con el respaldo institucional del Cabildo de Tenerife y el objetivo de atraer también la participación del Gobierno de Canarias y del Estado.

Más allá de los discursos oficiales, la iniciativa representa una pieza clave en la estrategia tecnológica del archipiélago: conectar con el norte de África para diversificar rutas de datos, mejorar la resiliencia de la red y abrir nuevas oportunidades de negocio digital.

Sin embargo, su trazado ha encendido algunas chispas políticas al atravesar aguas cercanas al Sáhara Occidental, un territorio cuya soberanía sigue siendo objeto de disputa internacional.

¿Cómo funciona?

En términos técnicos, un cable submarino como este es mucho más que un tubo sellado. Es una estructura compleja compuesta por fibras de vidrio ultrafinas recubiertas por capas de aislamiento, protección metálica y revestimientos diseñados para soportar presiones abisales, corrientes marinas y hasta la curiosidad de criaturas oceánicas. 

Cada fibra transporta pulsos de luz modulados (miles de millones de bits por segundo) que pueden sostener el tráfico combinado de voz, vídeo, datos financieros o aplicaciones científicas. Este nuevo enlace ampliará el mapa de conexiones internacionales de Canarias, que ya incluye sistemas como el ACE (Africa Coast to Europe), el WACS (West African Cable System) o el 2Africa, integrando a las islas en redes globales de telecomunicaciones.

El despliegue se enmarca en una visión más amplia que abarca proyectos de alto impacto como la constelación de satélites Alisios, el telepuerto de control espacial, la ampliación del supercomputador del ITER o la creación de nuevos espacios tecnológicos en Tenerife. Todos ellos buscan consolidar al archipiélago como un polo de excelencia en investigación y tecnología y generar empleo cualificado para las generaciones jóvenes.

Además de la conectividad internacional, el cable aportará una ventaja crítica: la redundancia. En telecomunicaciones, esto significa que si una conexión se ve interrumpida por un fallo técnico o un evento fortuito, la red puede desviar el tráfico por otra ruta sin afectar a los usuarios. Esta capacidad es esencial para un territorio insular como Canarias, donde gran parte de la economía depende de la estabilidad digital, desde el turismo hasta la investigación científica.

El proyecto también se inscribe en un momento de transformación global del tráfico de datos. El crecimiento de los servicios en la nube, el auge de las plataformas de streaming, la proliferación de dispositivos conectados y la expansión de la inteligencia artificial están multiplicando la demanda de ancho de banda internacional. Los cables submarinos, que transportan más del 95% del tráfico global de Internet, se han convertido en infraestructuras tan estratégicas como los oleoductos o los corredores ferroviarios.

Controversia

No obstante, el trazado del futuro cable no está exento de controversia. Diversas organizaciones y plataformas solidarias con el Sáhara Occidental han advertido que parte del recorrido se adentraría en aguas adyacentes a este territorio, cuya soberanía sigue siendo objeto de disputa y cuya situación permanece sin resolver según las resoluciones de Naciones Unidas. Este punto, sostienen, podría situar la infraestructura en un terreno diplomático delicado, especialmente en un contexto donde Marruecos ha reforzado en los últimos años su control administrativo y marítimo sobre la zona.

El despliegue, con previsión de funcionamiento en 2026, se ejecuta sin el consentimiento del pueblo saharaui, contraviniendo el mandato de la ONU que garantiza su derecho a decidir sobre su futuro político. La más reciente sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea, emitida el 4 de octubre de 2024, recuerda que cualquier acuerdo o proyecto que involucre el Sáhara Occidental y cuente con implicación europea exige la aprobación expresa de su representante legítimo, el Frente Polisario, para no vulnerar el principio de autodeterminación.

Si bien el proyecto se presenta como una infraestructura tecnológica, expertos como el catedrático Juan Soroeta advierten que su trazado y puntos de amarre implican, de facto, una consolidación del control marroquí sobre aguas que no le pertenecen legalmente. Este movimiento se inscribe en una estrategia más amplia de Rabat: integrar el Sáhara Occidental en sus redes nacionales para conferir apariencia de normalidad a una ocupación que carece de respaldo jurídico internacional.

El reto ahora está en coordinar la ejecución. Con la financiación europea asegurada, las autoridades insulares y regionales trabajan para integrar fondos estatales y asegurar que la obra se ejecute dentro de plazos y sin contratiempos técnicos. Paralelamente, el sector privado analiza oportunidades derivadas de esta nueva conexión: centros de datos, servicios financieros de baja latencia, redes de distribución de contenidos o incluso sistemas de observación y monitorización ambiental.

Desde una perspectiva histórica, Canarias siempre ha sido punto de encuentro y cruce de rutas. Hoy, ese papel se reinventa bajo el mar: las rutas ya no transportan especias o viajeros, sino haces de luz que condensan el pulso digital del planeta. 



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