jueves, 22 de octubre de 2020

Periodismo viajero. LOS ENCANTOS DE SRI LANKA

Por Enrique Sancho

Sri Lanka, Paraíso en la Tierra

Es al Perla de Oriente. Muchos coinciden en que Sri Lanka –cuya traducción del cingalés significa Tierra Santa– es una prolongación del Paraíso que habitaron Adán y Eva. Tal vez la forma de lágrima de la isla, sea consecuencia de la pena de nuestros primeros padres cuando tuvieron que abandonarlo.

Cuenta la leyenda que cuando Dios expulsó a Adán del Paraíso y lo condenó a poblar la Tierra, no quiso, en su infinita misericordia, que el contraste fuese especialmente duro para él. Decidió entonces depositarlo en uno de los montes más altos de Sri Lanka. Allí, sin duda, encontraría muchos elementos comunes con el Paraíso perdido y su desgracia sería más llevadera. Nadie sabe cómo era aquel Paraíso, pero sí un lugar en el que son posibles todos los contrastes y despuntan todas las bellezas.  No debió parecerle mal a Adán. Y aunque se supone que Eva era más exigente, también ella debió sentirse satisfecha. Sri Lanka es también el paraíso para todo tipo de serpientes, y Eva se llevaba bien con ellas.

Sri Lanka, Paraíso en la Tierra

Hoy, uno de los lugares más característicos de la isla es justamente el llamado Pico de Adán, una montaña de más de 2.200 metros de altitud, considerada sagrada por las cuatro religiones que conviven en armonía en la antigua Ceylán. Pico de Adán es sobre todo un símbolo de lo que Sri Lanka es, de lo que quiere seguir siendo en el futuro. En la tortuosa subida a lo alto del pico, cada peregrino debe cumplir sus ritos pero nadie debe preguntar cuanto falta para la cumbre, en cambio, el único saludo que todos ¬–budistas, hindúes, musulmanes, cristianos…– repiten es una palabra en cingalés: karunavai, que significa paz. Paz. Esa es la palabra y ese es el mensaje. Las gentes de Sri Lanka rebosan paz. Se nota en sus rostros apacibles, en sus gestos calmados, en su cordialidad al acoger a los extraños. El mérito es sin duda de ellos, pero algo debe de pesar el vivir en la réplica más parecida al Paraíso, donde todos los dones de la naturaleza parecen haberse desbordado en extraña armonía. Cuando se lo recorre de arriba abajo, cuando se descubren sus múltiples bellezas, se comprende que no son nada exagerados.

Recorriendo la isla

La primera impresión de la isla que suele recibir el viajero es a través de Colombo, la capital. Y ésa es, casi siempre, una falsa impresión. Como todas las ciudades orientales, Colombo es una acumulación de contrastes: modernos y gigantescos hoteles junto a mansiones coloniales, centros comerciales y abarrotados bazares, jóvenes con vaqueros y mujeres con los tradicionales sarongs, enormes atascos de tráfico y habilidosos rikshas a pedales…

 

Sri Lanka, Paraíso en la Tierra

El centro de Colombo se denomina Fuerte, como herencia del primer puesto avanzado que, primero portugueses y luego holandeses, construyeron allí. Es en esta zona donde se encuentra la mayor parte de los restos coloniales. Seguramente el más representativo es la Lighthouse Clock Tower que hacía las veces de faro y reloj en el centro de la ciudad. Hay más cosas que ver en la capital, incluyendo el propio fuerte y el Dutch Hospital, el antiguo complejo del hospital construido por los colonos holandeses y convertido hoy en una animada zona de ocio y restauración, donde se encuentran algunos de los restaurantes más famosos de la ciudad. No muy lejos, hacia el sur, se encuentra el fuerte y ciudadela de Galle, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, la parte más antigua, pero hay tantas maravillas esperando en el resto de la isla que no vale la pena dedicarle demasiado tiempo.

Estatuas de Buda. Colombo

Uno de los primeros lugares históricos que el viajero visita es Sigiriya, una antigua ciudadela del siglo V edificada en lo alto de un enorme peñasco que se eleva casi 200 metros sobre las frondosas selvas. El sitio tiene algo de sobrenatural y fue seguramente ese aspecto y su indudable posición estratégica lo que llevó al rey Kasyapa a construir ahí su fortaleza. Merece la pena el esfuerzo que supone la subida a Sigiriya. Desde luego no es apta para gente con problemas físicos o que padezca vértigo. No solo hay que superar más de 2.000 escalones, sino que en ocasiones las estrechas escaleras y pasarelas están instaladas sobre el vertiginoso abismo.

Sigiriya rock sunset. Sri Lanka

Subiendo las escalinatas

En la primera etapa de la ascensión se pueden contemplar los bellísimos frescos denominados las “doncellas” –o apsara– de Sigiriya, que muestra hermosas mujeres con los pechos desnudos que parecen surgir de las nubes. Poseen pechos perfectos, redondos, altivos, sonrosados, quizá demasiado perfectos para ser reales. Actualmente se conservan admirablemente 19 de ellas, aunque parece que llegó a haber más de 500. Las que ahora vemos no han perdido, a pesar del paso de 1500 años, ni un ápice de su gracia, de su esbeltez, de la perfección casi irreal que consiguió plasmar en ellas el pincel anónimo al que hoy debemos su deliciosa contemplación.

Ancient famous wall paintings (frescoes) at Sigirya, Sri Lanka

A pocos kilómetros de Sigiriya se encuentra Dambulla, cinco grandes cavernas que acogen verdaderas “capillas sixtinas” dedicadas a Buda. En las paredes hay decenas de estatuas que lo representan en distintas posturas, destacando un enorme Buda tumbado de 14 metros de largo, esculpida en la roca, pero lo más espectacular es el techo, en el que cientos de retratos de Buda contemplan al viajero. Su perfección y colorido sólo son superados por la armonía con que se adaptan a las formas de la bóveda, de modo que parece un enorme tapiz suspendido.

Dambulla

El recorrido por los restos más antiguos de Sri Lanka sigue hacia Polonnaruwa. Es el mejor complejo artístico de toda la isla. Fue la segunda capital del reino entre los siglos XI y XII y expresa lo mejor de la cultura cingalesa, con las más exquisitas de sus realizaciones artísticas. Al sur de la ciudad se encuentra el gran lago artificial llamadoParakrama Samudra, obra maestra del gran Parakramabahu I, un genio de la ingeniería hidráulica  que sembró el país de lagos y presas artificiales, muchos aún en funcionamiento.

Ancient city of Polonnaruwa

El diente sagrado de Buda

Aunque hay todavía mucho que ver en la vieja Ceylán, es hora de abandonar los antiguos lugares arqueológicos y sumergirse en el Sri Lanka de hoy donde encontrararemos las mayores sorpresas. Desde la llanura, donde se encuentra el Triángulo Cultural, comienza la ascensión hacia las verdes montañas y la primera escala es Kandy, centro de la cultura tradicional y situada en un marco de gran belleza. Es la más hermosa y sagrada ciudad de Sri Lanka, entre otras cosas porque aquí se venera la antigua reliquia del diente de Buda que llegó, prendido en el pelo de la princesa india de Orissan y cuyo templo ha sido engrandecido por los distintos reyes y mandatarios de la isla. Curiosamente, la reliquia más venerada por millones de budistas no ha sido vista por casi nadie. Lo que ven, en realidad, tras una verja dorada y una mesa de plata, es un relicario de plata dorada que encierra consecutivamente otros seis que van reduciendo su tamaño, todos de oro puro y piedras preciosas. En el más pequeño se encuentra el sagrado diente.

Buddhist in old buddha temple. Ceylon, Unesco heritage. Asia culture, buddhism religion

Esta pequeña reliquia despierta tanto fervor que cada año se celebra un festival en su honor entre julio y agosto. Cada tarde, durante los diez días de duración de Esala Perahera, la reliquia deja su lugar en el templo para recorrer las calles de Kandy acompañada por elefantes engalanados, acróbatas y músicos tradicionales que llenan de luz y color las calles de la ciudad.

Es ya el momento de entrar en contacto con lo que ha hecho famosos a Ceylán en el mundo y lo que da lugar a algunos de sus mejores paisajes: las montañas verdes del té. Pocas cosas superan la belleza de una plantación de té, cuando las primeras luces de la mañana iluminan las brillantes y verdes hojas de este precioso arbusto, mientras decenas de mujeres vestidas con coloridos atuendos y con grandes cestos de mimbre a la espalda, sujetos por una correa a la frente, recogen cuidadosamente dos hojas y un capullo de cada brote, solo con ellos es posible elaborar el mejor té del mundo.

Tea Mountanys. Nuwara-Eliya

Mujeres recogiendo hojas de té

Y de la montaña al mar. En el Sur se encuentra la zona más visitada, y también la más variada, donde están las mejores playas del país, tal vez las más bellas del mundo. Son limpias, salvajes, de una arena amarilla que contrasta con la vegetación que llega hasta el borde mismo del agua. No falta nada para que el paisaje sea idílico, sobre todo porque buena parte del litoral está desierto o, como mucho, poblado por extraños pescadores sobre zancos que pasan horas semidesnudos subidos a postes verticales anclados en medio del mar con una pequeña caña con la que tratan de pescar los diminutos peces de la orilla.

Pescadores en el océano

No menos apetecible resultan las playas de la costa Este, ideales durante los meses de verano cuando el monzón se traslada a la región occidental de la isla. Esta zona costera, menos conocida, es también uno de los lugares donde más se puede apreciar la mezcla de culturas y religiones, pues el predominio de la población hindú tiene su reflejo en la arquitectura y templos. Amplias playas donde practicar snorkel o disfrutar de los más bonitos amaneceres, incluso se pueden avistar ballenas que pasan por las costas de Sri Lanka cada año de junio a octubre.

Village of Tangale

El mejor punto final de la visita a esta tierra fascinante, es una puesta de sol sobre alguna de las playas del oeste, con los últimos rayos jugueteando con las palmeras y el mar rompiendo cobra su orilla. Contemplando tanta belleza, uno vuelve a pensar en Adán y cree que, después de todo, no debió pasarlo tan mal al abandonar un paraíso para encontrarse con este otro.

Cómo ir
Sri Lanka es un país fascinante y seguro, aunque aún con restricciones al turismo de todo el mundo. Ha soportado la crisis del coronavirus bastante bien, con apenas una veintena de muertos en un país que tiene casi la mitad de población que España (21.670.000 habitantes).

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