Considerado como el “Hombre del Renacimiento”, Leonardo da Vinci fue a la vez pintor, anatomista, arquitecto, paleontólogo, artista, botánico, científico, escritor, escultor, filósofo, ingeniero, inventor, músico, poeta y urbanista.
De pocos es sabido que tras una larga y productiva vida en Italia paso sus últimos años en Francia, invitado por el Rey Francisco I.
Por consejo de su hermana Margarita de Navarra, en 1516, Francisco I invita a Leonardo da Vinci: «Aquí serás libre de soñar, pensar y trabajar». De esta forma acoge el rey de Francia al genio italiano, que ha cruzado los Alpes a lomo de mula trayendo consigo tres de sus obras más destacadas: «la Gioconda», «la Santa Ana» y «el San Juan Bautista» . Todas ellas terminarán terminará aquí, en el castillo de Clos-Lucé.
Leonardo recibe una pensión de 1.000 escudos de oro al año y es nombrado «primer pintor, ingeniero y arquitecto del rey». Hasta su muerte, será objeto de un auténtico afecto por parte del propio Francisco I.
Ahora en 2019, que se celebra el 500 aniversario de su muerte, se han programado infinidad de actos conmemorativos, exposiciones, conferencias, exhibiciones y homenajes. Desde el Vaticano, el Museo del Louvre hasta la Biblioteca Nacional de Madrid.
Aunque son múltiples los lugares donde vivió y trabajo este genio nosotros hemos viajado al castillo de Clos Lucé, en el Valle del Loira, última morada de Leonardo y visitado y presentado nuestro respeto y admiración en su tumba, que se encuentra en la Capilla de Saint-Hubert, en los jardines del castillo de Amboise.
El castillo de Clos Lucé se distingue del resto de los castillos del Valle del Loira porque en él se alojó uno de los genios más importantes del Renacimiento: Leonardo da Vinci. Este castillo nos invita a descubrir los aposentos en los que el maestro vivía cotidianamente hasta el momento de su fallecimiento.
También descubriremos sus inventos, cuyas reproducciones se exponen en los jardines. Por otro lado, los talleres, renovados en 2016, recrean el ambiente de trabajo de Leonardo.
Las primeras piedras de la fortaleza medieval se colocaron durante el reinado de Luis XI, en el siglo XV. Cuando Carlos VIII lo compró en 1490, decidió transformarlo en castillo de recreo y edificar una capilla para su joven esposa, Ana de Bretaña. Varios años más tarde, Luisa de Saboya se mudó aquí para criar a sus dos hijos, Margarita de Navarra y el futuro rey de Francia, Francisco I. Éste conservaría un especial cariño por el lugar que no está muy lejos de su propia residencia en el Castillo Real de Amboise. Ambos edificios estaban comunicados por una galería subterránea por donde el joven rey acudía a visitar a Leonardo con total discreción.
En 1854, Clos Lucé pasaría a manos de la familia Saint Bris y recobraría toda su elegancia renacentista gracias a las importantes obras de renovación. Los decorados nos adentran en la intimidad de Leonardo da Vinci, pero primero sale a nuestro encuentro la atalaya que, con su palomar, nos remite a la época medieval. Seguidamente hay que atravesar la galería hasta llegar al cuerpo principal, donde se encuentra la gran sala renacentista en la que el maestro recibía a sus distinguidos invitados.
Casi de puntillas visitamos también su dormitorio, desde el que gustaba contemplar el Castillo Real de Amboise. Tampoco resulta difícil imaginárselo comiendo en la cocina en compañía de su fiel sirviente, Mathurina, que le preparaba comidas vegetarianas y dietéticas respetando sus principios: «La sobriedad, una alimentación sana y un buen descanso mantienen en buena salud»
Hoy es posible visitar los talleres de Leonardo y reproducir idénticamente la atmósfera en la gustaba trabajar. La disposición de los talleres permite seguir el discurrir de un día corriente en la vida del genio, desde por la mañana hasta por la noche, según los diferentes grados de luminosidad. Los decorados recomponen al detalle el ambiente de trabajo del maestro. Aquí encontraremos decenas de dibujos del artista, sus herramientas, la mesa de los pigmentos y la biblioteca repleta de facsímiles del Instituto de Francia y demás obras antiguas. También hay maquetas de la estatua ecuestre encargada por Francisco I, copias de los bocetos del artista y una copia histórica de Santa Ana prestada por el museo de Chambéry.
En el gabinete de curiosidades se exponen extraños objetos: astrolabios, globos terráqueos, herbarios, esqueletos y animales disecados, vanitas y conchas. Pero el centro de todas las miradas es el encuentro entre el Cardenal de Aragón y Leonardo da Vinci, escenificado con efectos especiales y hologramas. Todo es tan realista que es como si Leonardo da Vinci todavía estuviera presente.
En el parque Leonardo da Vinci que rodea el castillo, el visitante disfrutará de un paseo realmente interesante caminando entre las creaciones e inventos del genio, todas las maquetas reconstituidas a partir de los bocetos del genio.
Estos inventos componen un museo al aire libre y nos dan una idea de la ingeniosidad del artista. Además de pintor, Leonardo era ingeniero, arquitecto, anatomista y, sobre todo, un gran matemático. Estas máquinas gigantes están realizadas a partir de sus dibujos y con los materiales de la época.
Los visitantes pueden disfrutar con el puente giratorio, el tornillo aéreo, la ametralladora-abanico, el carro de combate, la rueda de ardillas o la barca de palas.
Cuarenta lienzos translúcidos de 3 – 4 metros de alto, repartidos por el parque revelan las diferentes facetas de la obra del genio italiano: retratos, miradas, siluetas, bocetos de botánica, anatomía e ingeniería civil y militar. Este apasionante recorrido está acompañado de diferentes puntos de audio repartidos en el parque que propagan los pensamientos y reflexiones que Leonardo da Vinci compartía con su discípulo Francesco Melzi sobre los temas que le apasionaban.
Más información en: http://www.vinci-closluce.com/en
via Andrés Magai https://ift.tt/2UnEAkM
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