Situáte en el año 1888. Aquél año Van Gogh se marchó de París en busca de un soleado sur. Un soleado sur donde esperaba encontrar la ansiada luz y la atmósfera perfecta que quería plasmar en sus obras. Entonces llegó a Arles, a las puertas de la Camarga. Y quedó fascinado.
Aquella zona le convenció tanto que en una de sus cartas que le envió a su hermano Theo le describía el lugar que acababa de descubrir: “la naturaleza es extraordinariamente bella, imposible de plasmarla tan bella como es. Me absorbe tanto que sólo puedo dejarme llevar sin regla alguna”.
Ciertamente Van Gogh, Cézanne y Picasso no podían estar equivocados cuando quedaron deslumbrados por la luz y el color de la Provenza francesa y decidieron pasar buena parte de su vida aquí. Porque la Provenza, con sus ciudades monumentales, sus pueblos medievales, sus vestigios romanos, sus campos de lavanda, sus montañas ocres y su naturaleza inviolada es el perfecto escenario para cualquier artista y el marco ideal para cualquier viajero. Este es un lugar donde incluso de noche el sol ilumina las estrellas, como en los cuadros de Van Gogh, como si una mano invisible hubiera girado la rueda del interruptor del cielo, aumentando la intensidad azul y la transparencia del aire.
Arles, efectivamente, goza de una atmósfera límpida, clara, que invita al paseo relajado. Es una localidad que invita a ser descubierta al aire libre. Muy pronto se descubren los monumentos que son de visita ineludible, testimonios del pasado esplendoroso de esta pequeña ciudad y que forman parte de la lista del patrimonio de la humanidad. Allí siguen sus restos, comenzando por el anfiteatro romano, con capacidad para 20.000 espectadores, el teatro, el obelisco del Circo, el foro y las termas de Constantino. A iniciativa de Prosper Mérimée, el célebre creador de la novela Carmen, que inspiró la ópera, el anfiteatro fue restaurado, y hoy, convertido en Patrimonio de la Humanidad, es escenario de numerosos espectáculos, en particular corridas de toros.
Entre los espectadores de excepción de las corridas de toros se encontraron Pablo Picasso, que donó 57 dibujos a la ciudad, y Vincent van Gogh, éste último vivió en la “casa amarilla” durante algo más de un año. Aquí se inspiró para pintar su célebre cuadro “Una noche estrellada”, el famoso paisaje nocturno de Van Gogh donde no aparece el color negro. En estas calles el holandés halló el secreto que transformó su arte, «un sol que inunda todo con una luz de oro fino» y todavía hoy en día en la plaza del foro uno se puede sentar en el ahora llamado “Café Van Gogh” que inspiró su pintura “Le café le soir”.
Resiguiendo el apacible Ródano se respira un aire casi balsámico, bañado por las ráfagas cargadas de lavanda de los campos provenzales. Las ráfagas, sin embargo, se convierten a menudo en verdaderas ventoleras, porque en Arles reina un viento, el mistral, que es fuerte. Sin duda, Van Gogh debió de asegurar bien su caballete…
El lugar de partida ideal para descubrir la villa romana de Arles es el Boulevard des Lices, que da acceso a la catedral románica de Saint-Trophine. Construida en el siglo XII, alberga las reliquias del santo patrón de la ciudad. La place du Forum, antiguo foro romano, es el corazón del casco histórico y alberga el Café la Nuit también llamado Café Van Gogh. Ha sido restaurado para recrear el ambiente del Café du Soir, pintado por el artista en 1888. Pasando por la rue des Arenes se llega al monumento más importante de Arles, el anfiteatro romano. Construido en el siglo I, hoy en día sigue albergando a 20.000 espectadores que llenan el foro de Las Arenas para presenciar corridas de toros. Junto al actual coso taurino se encuentra la Fondation Van Gogh, museo dedicado al pintor flamenco y su provechosa estancia en Arles. Y es que fue en Arles donde Vincent Van Gogh produjo gran parte de sus cuadros, entre 1888 y 1890, antes de suicidarse. La casas que habitó fueron destruidas durante la Segunda Guerra Mundial, pero afortunadamente perdura uno de los temas que le hizo más famoso: el puente de Trinquetaille, sobre el río Ródano.
DÓNDE Y QUÉ COMER
La gastronomía provenzal es rica y variada combinando productos procedentes de su huerta, mar y montaña. En los pequeños restaurantes asentados en los mas (casas campestres) se pueden degustar variedad de platos elaborados con recetas heredadas de familia.
En Arles
L´Olivier (rue Reattu, 1). Lugar recomendado si se busca nivel gastronómico a buen precio. Por algo más de 25 e se puede disfrutar de un copioso e interesante menú.
La Gueule du Loup (rue des Arenes, 39). Frecuentado por jóvenes, vale la pena pagar lo que cuesta el menú, no solo por probar su cocina innovadora, sino también para presenciar el espectáculo de magia a cargo del dueño del local.
MÁS INFORMACIÓN. http://ift.tt/2xWzGiH
via Oriol Pugés http://ift.tt/2CYy0t7
No hay comentarios:
Publicar un comentario