Dicen los japoneses que para entrar con sosiego en la edad madura hace falta empaparse del otoño de Kioto, deleitarse con sus jardines y dejar que el alma se inunde de la furia del rojo y el amarillo, templada en la profundidad de los verdes perennes. Empezar así el viaje por Japón llena el ánimo de buenos augurios.
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