El licor más célebre de Francia le debe mucho, paradójicamente, al agua generosa del río Charente que en la tierra del cognac francés vivifica valles y colinas tapizadas de viñedos. «El río más bello del reino», como afirmaba el rey Francisco I de Francia (1494-1547) que había nacido en estas tierras, enhebra ciudades históricas, pueblos con encanto y abadías que en la Edad Media acogían a peregrinos jacobeos y paisajes ribereños de sutil belleza. Es la comarca del coñac que se extiende, igual que lo hace el río Charente y este recorrido, entre las ciudades de Angulema y Saintes. Angulema es hoy capital del departamento francés de Charente, pero en el medievo ya era una etapa importante para los viajeros y peregrinos que se quedaban extasiados al contemplar el retablo en piedra que es la fachada de la catedral románica de St-Pierre. En el siglo XIX, los arquitectos Abadie, padre e hijo, restauraron con cierta libertad este templo, como también hicieron con el castillo –ahora el Ayuntamiento–; asimismo construyeron Les Halles, un mercado de estilo modernista y con bello techo acristalado, que imitaba al que por entonces resplandecía en París.
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