A pesar de su nombre y más allá de los tópicos de tempestades y naufragios, el litoral gallego que se extiende entre Fisterra y Malpica es, en realidad, una costa repleta de vida. Lo mejor es iniciar esta ruta justo donde acaba el mundo, en el mítico cabo Fisterra. En él se puede visitar el faro, contemplar los ocasos en el Atlántico y descender hasta la iglesia de Santa María das Areas, cuyo interior románico alberga la talla del Santo Cristo da Barba Dourada que, según la leyenda, llegó surcando las olas. Enfrente, las ruinas de un hospital de peregrinos, fundado en 1469 para albergar a los que, desde Santiago de Compostela, prolongaban el viaje hasta el Finis Terrae.
via http://www.nationalgeographic.com.es/articulo/viajes/rutas_y_escapadas/8609/costa_morte.html
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