…Y en la que el hombre hubo de aguzar su ingenio para crear casas, iglesias, tumbas e incluso hasta ciudades subterráneas.
En el inicio del cristianismo, la Capadocia jugó un papel esencial, pues en ella hallaron refugio alguno de los primeros cristianos de los siglos I al III. Dos factores lo propiciaron: la proximidad con Antioquía (donde había una comunidad judía helenizada que rápidamente adoptó la nueva fe, tras la visita de san Pablo) y una particular orografía que facilitaba el escondite en las mismas entrañas de la tierra.
Como legado de estos tiempos, aún pueden visitarse más de 400 iglesias rupestres construidas por estas primeras comunidades cristianas. Y, en todas ellas, pueden contemplarse diversos frescos en los que plasmaban su experiencia.
Cuatro de estos antiguos pobladores llegaron a ser santificados: san Mamés, san Gregorio el Viejo, san Gregorio el Joven y san Basilio.
Otro buen conocedor de la zona fue san Pablo, quien realizó tres viajes a Capadocia, a partir de la primera mitad del siglo I.
Otra figura importante de esta región fue san Jorge, un soldado de la guardia personal del emperador Diocleciano que tenía la obligación de formar parte de la persecución del Cristianismo. Pero prefirió hacer pública su condición de cristiano, y por ello fue torturado y ejecutado.
Un lugar extraordinario de Capadocia es Goreme, un conjunto de extraordinarios valles donde se pueden observar las famosas rocas chimenea resultantes de la erosión, así como muchas iglesias donde se escondían muchos de estos cristianos.
Algunas tienen nombres tan curiosos como la sandalia, llamada así porque las cavidades del suelo parecen huellas de pie; la oscura, por la escasez de ventanas o la serpiente, con pinturas de san Jorge y el dragón.
Ürgup, por su parte, fue el centro del patriarcado de la Capadocia. Realmente espectaculares son las iglesias de Tavsanli y San Basilio.
Tres valles conforman Zelve, un enclave de naturaleza privilegiada donde la peculiar tonalidad de las rocas (más rojizas que en el resto de Capadocia) y las casi imposibles formas de las rocas aportan un aire marciano al paisaje.
Otro valle peculiar, no menos impactante, es el de Ihlara, antaño el lugar de retiro preferido de los monjes bizantinos. A lo largo del río Melendiz, de aguas profundas y rápidas y que divide el valle en dos, salen al paso iglesias trogloditas con frescos; asi como las famosas chimeneas de hada.
Tambien fueron los primeros cristianos quienes dieron forma a Uchisar, en el punto más alto de la región. Sin embargo, la fama del lugar se debe a una llamativa estructura que corona un promontorio bautizado como el “castillo de Uchisar” por su característica cresta en forma de dos picos triangulares cercada por otros dos más pequeños que parecen torreones y que parece vigilar la urbe desde las alturas.
Esta peculiar fortaleza atravesada por abundantes pasadizos y escaleras que conectan varias estancias acogió en su día numerosas viviendas (llegó a albergar 250 casas y algunas iglesias) y se empleó como fortin defensivo.
Merece la pena disfrutar durante un rato de la espectacular panorámica que se obtiene desde la cima del “castillo” (con algunos sepulcros de época bizantina), sobre los valles de Göreme y Güvercinlik.
Otro lugar llamatiivo es la ciudad de Ortahisar, que fue un punto de defensa. No es tan espectacular como el de Uchisar, pero se trata de una gran mole de piedra atravesada por multitud de salas y túneles.
La zona de Ortahisar no es una excepción; también acoge casas de piedra, “chimeneas de hada”, viejas iglesias paleocristianas… y se siguen tejiendo los tradicionales kilims como siempre se ha hecho, artesanalmente.
En Capadocia, hay numerosos talleres en donde poder adquirirlos, y descubrir los secretos de estas milenarias alfombra, hechas con lana de oveja, pero tratadas con seda, y que enseñan impresionantes dibujos y gradabos.
Por Carlos Molina y Olga Sunyer
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